AEROPUERTOS
Entre
partida y llegada
somos
las dos caras de Jano.
Vemos
unos ojos
con lágrimas (atrás
en la anochecida
distancia) y vamos
hacia
otros
suspendidos al alba
por el fértil asombro
de la mirada.
*
* *o* * *o* * *
ZONA
DE EMBARQUE
Se angosta
el paisaje
al filo de los pasos.
Huele a paraje
el amplio espacio.
Se pisa
una calzada
de luces y sombras
donde duda la mirada
y tropieza la memoria.
Es la
zona de embarque
en el aeropuerto del tiempo.
Cada cuerpo es el pasajero,
la nave y el equipaje.
Y aguardábamos
las señales,
inquietos, sin saber
si llamarán para emprender
o cancelar el viaje.
*
* *o* * *o* * *
LARSEN
En Montevideo
(ese recodo del tiempo)
la súbita revelación de tu rostro,
tu alta frente,
tu pelo hebreo,
el verde profundo de tus ojos,
la garúa de tus pasos
por el estuario,
la extraña sensación
de habernos conocido hace tiempo,
el húmedo silencio
de tu boca en un cuarto,
la sabiduría inocente
de tu lengua en el beso,
el pausado
creciente
oleaje del deseo
y la sal de tu nombre
a ciegas esparcida
en el mar tempestuoso de tu cuerpo.
Luego,
como al despertar de un sueño,
la navaja de la partida
hundida hasta el hueso,
y la sal del recuerdo
derramándose en la herida.
*
* *o* * *o* * *
V.H.
Eyes I shall not see again.T.S.E
La cantidad
de infinito
patente en tus ojos,
y que como Tántalo ansío
sin probar ni un sorbo:
This is my afliction.
*
* *o* * *o* * *
PENA
Con la
misma mano
que te hirió,
ciega de ira
como una pedrada;
con la
mano cortada
por tu mejilla,
ahora mancho esta página,
sangro estas líneas.
*
* *o* * *o* * *
VIÉNDOTE
DORMIR
Las piernas
recogidas,
las manos casi juntas,
una mejilla encendida,
la otra tibiamente oculta.
Toda entera,
envuelta
en la cuna del sueño,
en posición contrita
respiras, regresas
al tiempo
sin tiempo
anterior a tu nombre,
a la herida del nacimiento,
a la caída en ti misma.
Flor apacible,
vuelta
semilla, a oscuras,
ajena a esta vida, buscas
otra menos cruenta.
*
* *o* * *o* * *
EL ENEMIGO
No sé
cómo abordarlo
sin que ahora me toque
y me tiemble la mano
y el pulso se azore.
Mejor
estampar su nombre
-¿conjuro o indigna marca?-
en la frente alta y noble
de esta blanca en clama:
*
* *o* * *o* * *
EL
MIEDO
Lo veo
sin verlo en la infancia,
tras el estampido del trueno
en las figuras que traza
en las manchas del techo.
Dibuja
un círculo negro
y nos deja solos afuera
mientras todos se quedan
mirándonos desde adentro.
Insidiosamente
nos cerca
como al niño extranjero
acorralado en el centro
de un baldío sin puerta.
Sin gracia
ni ritmo calca
el aletazo del cuervo
o del paso enorme y quedo
de la tarántula.
Multiplica
los corredores
en la planicie del sueño
y amasa hasta el vértigo
la cera de la metamorfosis.
Congela
su vista la caras,
disloca sus rasgos y gestos,
y sin pudor las retrata
su infamante espejo.
Invisible,
la soga al cuello,
su mano tira y afloja,
como el verdugo que juega
a si te dejo vivo o muerto.
Escondido,
anda suelto
por calles, atajos y plazas,
donde fingimos no conocernos,
cómplices de su amenaza.
Nos posee
alma y cuerpo,
y convierte a las palabras
en una mendaz mordaza
más abyecta que el silencio.
Petrifica
a la alegría,
se confunde con el amor,
su presencia ubicua
simula el rostro de Dios.
El fruto
vacío del mal
es su cotidiano alimento.
Imprevisible como el azar
su soplo de desaliento.
Nunca
dominaremos
su gramática obscena,
ni su sintaxis perversa
regida por el suspenso.
*
* *o* * *o* * *
BALADA
POSTMODERNA
Tu voz
allende el mar
suena en el auricular
como si estuvieras
en la otra pieza.
Sobre
la mesa de noche:
el reloj, tu retrato
y la carta -por fax-
de tu puño y letra.
Mañana,
ya inminentes
en la pantalla: tu risa,
tu mano, tu sortija,
tu cabellera y el peine.
Según
se oye y se ve,
ya no queda tiempo
ni espacio
para la ausencia.
Sin olfato
ni tacto,
todo se lo bebe
el simulacro
de la presencia.
Te escribo
este poema
como una protesta
de amor que se rebela
a consentir la indiferencia.
*
* *o* * *o* * *
EPIGRAMAS
(selección)
GRAMÁTICA
De tus pies a tu frente,
tu cuerpo es una frase
en la que aprendo a nombrarte.
SOBRE TUS CEJAS
En dos trazos diseñan
lo que te sucede dentro.
Bosquejan
lo que vives
en el bosque del sueño.
Jaspean
el invisible
rostro del silencio.
Como tus
brazos se extienden
y se estrechan
partidas
como tu sexo
entre mis piernas.
Baja y
sube la sed
por tus fuentes gemelas.
Paso bajo
dos arcos:
desaparecen.
Entro
en ti
y bebo a ciegas.
EPIFANÍA
Follaje
de caricias y besos,
frutos los cuerpos
maduran dentro:
Se abren,
se parten
en dos mitades
se comparten enteros:
Como una
granada
estallan juntos justo a tiempo:
volcán de espumas
mar de brasas:
Un instante
inmemorable
vislumbran ciegos
el rostro que dibuja
y borra el deseo.
*
* *o* * *o* * *
CASI
LA DICHA a Martha Beatriz
En Hanover
este crepúsculo de invierno.
tu desnudez consumada:
brasa blanca en el lecho.
Y la mirada que vuelve a gozarla
en la penumbra del deseo.
En la ventana
la nieve extendida
como tú en el sueño
absorta
como mis ojos sobre la página.
Lejos:
el grito de los niños
que resbalan por la colina
y el silencio y el pino
plantados
como un solo cuerpo
en el aquí y el ahora
donde no falta sino
la palabra digna
de tanto don tanta gracia.
De
"Líneas de Otoño"
*
* *o* * *o* * *
RAZÓN
ARDIENTE a Nazri
París,
invierno de 1980
Queridos pájaros ausentes
Barrios de nieve
Pinos
Pacientemente sentados
Desde la penumbra de un cuarto
A la luz de la lámpara
Solitaria
Como la Khiswara en el Altiplano
Inclinado sobre la página
El vertiginoso pasado
La infancia apenas un eco
Un silbido lejano
un río
De rostros distantes
O muertos
La patria:
Un río de nombres ensangrentados
No héroes ni hermanos:
Corderos sacrificados
Al buche de topos feroces
Renacerán con su pueblo
(¿Cuándo?)
Cae la nieve
nieva silencio
Así ha de nevar ?ya está nevando?
También el olvido
No escribo para abolirlo
Para nosotros escribo
Elizabeth Peterson:
Nunca tendremos un hijo
En tu vientre hermoso
La cicatriz
Brillaba como un castigo
Y éramos inocentes
éramos dichosos
Ahora mismo recuerdo cómo
Del bosque dormido del diccionario
Una mañana de pronto
Tus labios finos me regalaron
Una palabra:
Mirabilia
Las cosas no son un misterio
Son un obsequio
Vivir
Prodigio de nuestros muertos
Elizabeth Peterson
al separarnos
No me fui solo: me fui contigo
En mi país ya era otro
mirando
El alba entraba a cuchillazos
En el cerro de Urkupiña
Sudor y plegaria
golpeaban
La roca de la injusticia
No se quebró para los pobres
(¿Se quebrará algún día?)
Armadas de su hambre
Cuatro mujeres
estrellas matutinas
Rompieron la noche de siete años
Nos abrieron el camino
Y no supimos caminarlo
¿O no pudimos?
17 de julio
Bajo un cielo purísimo
Envueltos en el impío
Polvo de la codicia
Llegaron los tenebrosos
Y un árbol joven que cae
El sacrificio
Del que dijo verdades
Y un pecho unánime el numeroso
De los que nunca dijeron nada
Recuerdo:
El miedo royendo las casas
Avergonzada de su cuerpo
El alma
No sabía dónde esconderlo
Cuerpos almas
Profanados por la saña
El resentimiento
Familias arrojadas
A las playas del exilio
Las únicas que siempre tuvimos
Nos falta
mar
interior
Queremos ídolos
Ignorar que somos divinos
Nuestro pecado mayor
Sopla el tiempo Brota el sol
La primera paloma: Primavera
Pinos gloriosamente sentados
Por la escalera en caracol
Bajas cantando
No hay más ascensión que hacia la tierra
Contigo baja la luz tintinea
en la tetera
Por calles y plazas nos lleva
Moviendo piernas brazos caras
?La muy traviesa titiritera?
A orillas del río se acuesta A tu lado
un viento adolescente
A punto de urdir pájaros
Se detiene
pasa
Un verso de Heráclito:
Nombre del arco: vida
Obra del arco: muerte
El viento recomienza
faldas risas de mujeres
Se desvanecen
Todo es tránsito
Como el Sena y el Choqueyapu
La luz se va lentamente
En tus ojos recojo sus agonías
Sus éxtasis
Allá es mediodía
Estarán poniendo la mesa
Y comerán solitarios
Con ellos estamos
Pese a la ausencia
Verde
Una luciérnaga:
Rosario de ocasos y amaneceres
La noche entra
Enciende astros y sexos
Los muertos se siguen muriendo
¿No hay sentido sólo término?
¿No hay pregunta bien hecha?
La vida es un entierro
Y una fiesta
Orfeo
orfeón
orfebre
Canta goza bebe La copa
la copla
la cópula del universo
París,
primavera de 198..
Perplejidad
Qué
cosa extraña, Lejana:
nunca te recuerdo desnuda,
siempre llevas algo puesto:
un abrigo rojo,
una falda larga
y, en pleno verano,
una blusa cerrada.
No, nunca
amanecen en mi memoria
tus senos descubiertos,
ni tus muslos,
ni el fino triángulo
que cubría tu sexo.
Tu desnudez
permanece
como una flor en la sombra,
como si alguien me castigara
devolviéndote
no solo a tu misterio
sino también a tu virginidad.
Y pensar
que, entonces,
ardíamos juntos
como un par de leños.
Qué
riguroso, Lejana, el modo
en que volvieron a vestirte
las manos del tiempo.
*
* *o* * *o* * *
POÉTICA
Se sostiene
a menudo que cada obra supone una poética; creo que la mía
no contempla ninguna de manera explícita, programática,
aunque en poemas como “Trébol de cuatro hojas”,
“Las amorosas”, “Escritura”, “Las rocas”,
pertenecientes a distintos libros, se pueden encontrar elementos que
acaso diseñen una poética. En todo caso, esas y otras
piezas entrañan una reflexión sobre el poema, una relación
crítica entre el lenguaje y la realidad, entre la poesía
y la historia.
TRÉBOL DE CUATRO HOJAS
1
Ella ríe en la dicha de ser
de estar
por primera vez
en el día.
Ella ríe
claramente agradecida
de tener ojos y manos
y una sombra tan sencilla.
Las cosas
que no existen
se mueren de envidia.
2
Carrozas de luz
la pasean por el día.
Porque
ella mira y toca
y goza y sólo nombra:
Árbol
Brisa
Piedra
y no adjetiva
los pájaros profundos
la critican.
Los pájaros
profundos:
No las golondrinas.
3
Su silencio es un acto claro:
La dice entera
como el vuelo dice al pájaro.
4
A decirle al árbol: Árbol
A la sombra: Ánimo
A leer la lluvia
A palpar los verdaderos milagros
A comulgar su propio cuerpo
consagrado en el verano
A comulgarnos
A saber el llanto
A combatir el espejo
al topo entronizado
A pescar en el silencio
el nombre rápido del río
A fecundar el olvido
A darle a la muerte un pasado.
*
* *o* * *o* * *
CUERPOS
Hay un
cuerpo que nos despierta
al milagro del cuerpo.
Hay un
cuerpo que nos despierta
a la soledad del deseo.
Hay un
cuerpo que nos despierta
al paraíso del cuerpo.
Hay un
cuerpo que nos despierta
al infierno del cuerpo.
Hay un
cuerpo que nos despierta
a los poderes del tiempo (en mi padre
lo siento. Fraternalmente lo siento.)
Hay un
cuerpo que nos despierta
a la impotencia del grito
porque el grito ya no lo despierta
(Carlos Mitre, hace ya noches,
fue para mí ese cuerpo.)
Hay un
cuerpo que nos despierta
a la increíble ausencia.
Hay un
cuerpo que nos despierta
al exangüe recuerdo.
Hay un
cuerpo que nos despierta
al incesante olvido.
Hay un
cuerpo que ya no nos despierta.
*
* *o* * *o* * *
LA
SILLA
No echa
raíces como el armario
la silla que sólo se posa como los pájaros.
La silla
era un ave de ala portátil
y vuelo escaso (sobre los hombros en fiesta
pasaba la silla como una cigüeña).
Con viento
y papeles es ya palomar.
En los velorios nadie alivia más que la silla.
Encapuchada
con una camisa
amanece la silla.
Tarántula
erguida en la penumbra la silla.
La silla espirita junto a la mesa.
Como el poema, la silla es un atado de líneas.
La silla sostiene al que escribe estas líneas.
*
* *o* * *o* * *
LAS
AMOROSAS
Con nosotros
se acuestan,
con nosotros se levantan.
Todo el
día nos sirven,
de noche nos acompañan.
Si hablamos,
dicen;
si no, se callan.
No hay
amantes más fieles
ni más maltratadas.
Con nosotros
se acuestan,
con nosotros se levantan
las amorosas palabras.
Solo el
silencio las ama.
*
* *o* * *o* * *
MORAL
DE VAN GOGH
El blanco
que sube como el humo
y baja a saltos de conejo,
y ese azul tan sólo tuyo
más abismo que de cielo.
Y al centro:
Brasa que nube,
zarza que mora en la llama:
tu moral de fuego.
Mirarlo
no es sólo verlo: es oír
un crepitar de miradas
hasta tiznarse la cara
de silencio.
Apóstol
del sol
fundido en tu cerebro,
peregrino de la pasión,
herrero del amarillo, dime:
Cómo plantar en la página
como tú en el lienzo
el árbol de la palabra,
su follaje de sonidos
podado ya de fantasmas
pleno de nombres vivos
entre la luz y el viento
palpables como un erizo.
*
* *o* * *o* * *
EL
ÁRBOL
Hoy derribaron
al árbol
que nos acompañó tantos años.
Sin más venda que una nube
la herida azul del espacio.
Palabra
a palabra,
hoja por hoja,
vuelvo a plantarlo
en el huerto de la memoria.
Pero en
vano.
No pasa
el viento por su follaje
o pasa sin tocarlo.
No dora
la luz sus hojas
ni en sus ramas
se posan los pájaros.
Ya pura
imagen el árbol
sin fruto ni canto.
Como
la realidad rugosa
hambre de sueños
sed de su sombra
padece
mi cuerpo.
Alzo
los ojos y solo veo
un incendio de alas.
Y al fondo:
el sol sediento
errando sin raíz en su desierto.
*
* *o* * *o* * *
POR
LA AVENIDA DE LAS AMÉRICAS
Morenas,
caribes por el acento,
entre los veintiséis y los treinta,
a ojo de buen cubero.
Regias
piernas la de la diestra,
senos firmes la del centro,
cejas traviesas la tercera.
Pero qué
se venían diciendo,
qué diría una de ellas
que las tres de golpe perdieron
el paso, el peinado, la línea,
y pasaron, trastabillando,
desgajándose de sí mismas,
derramándose como chispas,
con los ojos hechos añicos.
Desfallecientes, doblaron la esquina
y siguieron, a trechos, en trance,
sin poder apearse
del carruaje sin cochero de la risa.
*
* *o* * *o* * *
VITRAL
DE LA PELOTA DE TRAPO
Al cruzar
por el parque
una pelota de cuero ha rodado
del césped al asfalto.
Apenas
la alcé
se volvió en mis manos
una pelota de trapo.
La reconozco
al instante:
hecha por dentro
de calcetines usados
y la superficie tersa
de medias de nylon.
Tal vez
por eso
nuestros pies la retienen tanto.
Ahora
nos hemos puesto a jugar
sin árbitro, en medio de la calle
sin asfaltar y llena de barro:
los dos hijos del zapatero,
los sobrinos del sastre,
los ayudantes del carpintero
y todos mis hermanos.
En el
auge del juego,
a la luz ya débil de la tarde,
irrumpen los gritos de las madres
llamándonos a cenar.
Y obedecemos
con desgano.
Me llevo
la pelota bajo el brazo
cuando oigo voces de protesta:
miro a mi diestra y veo
a rubios muchachos parados
en el césped del parque
esperando que la devuelva.
De un
puntapié la lanzo
y la pelota en el aire
vuelve a transformarse
en la pelota de cuero.
Y lleno
de rabia y nostalgia
me alejo por la calle de asfalto.
*
* *o* * *o* * *
COLEGIALA
POR UNION SQUARE
La perenne
garúa de las pecas
en su rostro adolescente,
el pelo corto, y en la fina oreja
el audífono como un arete .
Venía
diciendo algo,
y, de pronto, cesaron las palabras
y bruscas lágrimas
eclipsaron sus ojos.
La seguí
con la mirada
hasta que se perdió en el gentío
con los hombros sacudidos
aún por el sollozo.
Apenado,
llegué a casa
pensando que tanta aflicción
no podía tener otra causa
que una razón de amor.
Y temiendo
por ella
tan solita en el tráfico,
sorda a las bocinas, ajena
a las luces del semáforo,
me apuré a trazar estas líneas
con suma cautela,
como si cada palabra fuera
uno de sus pasos
y yo caminara
a su lado
hasta llegar a su casa
y ella entrara, sana y salva,
por fin, como yo, a este cuarto.