Ribera
Alta
En la alta
ribera
un hombre espera
volver a Riberalta.
En su tierra colorada
todo es alborada.
No hace falta
la melancolía
de la tarde
en el barranco.
El cielo arde
y el amor fermenta
su melaza.
Junto a un banco
de la plaza
el tataí cuenta
lo que fuimos
y el bibosi lamenta
lo que no hicimos.
En la alta ribera:
el sol y la palmera.
En la ribera alta
sólo tú prevaleces
en forma de alegría.
A veces,
te llamas Riberalta;
otras, Poesía.
Fax
Nada Urgente
Después de tres cafés
me sobran las alquimias.
Curado del estrés,
supero lipotimias.
Mis dolencias, ya ves,
son afecciones nimias.
Males de la vejez:
insomnios y bulimias.
El sístole aburrido
y el diástole cansado
repiten el maullido
De un gato enamorado.
(Largo y hondo quejido
de un macho engatusado).
La
Vida Me Está Matando
Ya no me persigue el terror político
con su rayo láser,
ni los prójimos me aman
con su palo y su picana eléctrica.
Ya no me ofende la Declaración Universal
de los Derechos Humanos,
ni la bomba me quita el sueño,
ni siquiera los disparos
de una guerrita en Africa o Europa,
¡qué más da!
Caen los muros,
crecen los lamentos.
Y el odio vuelve
con sus ángeles violentos.
El Sur sigue donde estaba.
No nos portamos mal
(es evidente)
y todos tan contentos,
constitucionalmente.
Esta vida me sobra
con su nicotina,
con su infarto y su cáncer,
con su miedo al sida y las jeringas.
Sólo el amor
y la poesía
pueden ser míos
cuando a nadie parece ya importarle
el amor
y
la poesía.
Poema
de Amor
La mujer de mi vida se acuesta con un tipo
que la hace sufrir cada vez que llega con un ramo
de rosas al amanecer;
que le ha robado sus horas más preciosas y no puede
devolvérselas.
La mujer de mi vida comparte su belleza con
un ciego
que, a menudo, tropieza en la misma piedra de
escándalo;
que la trae por la calle de la amargura
y la lleva a la punta de un cuerno de la luna.
Sordo ausente, no le presta atención cuando ella le
habla de las horas muertas.
Todo le entra por un oído y le sale por otro en la
consulta del otorrinolaringólogo.
Harta de tanta sombra en una habitación
cansada,
la mujer de mi vida sigue ocupándose de la declaración
de la Renta y de las pólizas de seguro de vejez;
sigue haciendo cuentas para que las bombillas no se fundan
este fin de semana.
Ella sigue hermosa y puede que ese patán
la siga viendo
hermosa
y le diga que la quiere (a lo mejor, es cierto)
y puede que la siga seduciendo como cuando sus
miradas se cruzaron hace mil años.
La
mujer de mi vida.